Aunque el título suena terrorífico, está lejos de lo que pretendemos contar. Nuestra primera boda como fotógrafos fue una experiencia inolvidable, emotiva, con una ceremonia hermosa y una pareja espectacular que nos dio el voto de confianza. Nuestra intención con este recuento es solo describir lo que vivimos antes, durante y después; por qué amamos y recordamos tanto esa boda; y por qué fue nuestro trampolín a continuar fotografiando bodas. Lo de la cámara prestada es cierto, solo teníamos una cámara y éramos dos fotógrafos.
Si nos conoces o ya leíste nuestra Biografía, sabrás que la fotografía era un hobby compartido mientras éramos novios y uníamos nuestra corta experiencia desde la comunicación y las artes plásticas. Teníamos solo una cámara, tomábamos fotos en nuestro tiempo libre y en redes sociales compartíamos algunas tomas. Recibimos la propuesta de fotografiar una boda y nos tomó por sorpresa porque nunca nos visualizamos como fotógrafos sociales, respetábamos mucho la profesión y conocíamos buenos fotógrafos en la región. Pero los elegidos éramos nosotros y nos tomó unos días aceptar. Debíamos asegurarnos de que alguien nos prestara una cámara y nos lanzaríamos al ruedo.
Días antes nos invadía el miedo, la ansiedad, los nervios y las ganas de vivir esa experiencia. Solo hablábamos de ese día y nos preparábamos mucho empíricamente. Planeábamos cada movimiento, pensábamos cómo hacer cada toma; prácticamente creábamos un libreto. Sabíamos que esa boda era un punto radical en nuestras vidas: amaríamos la fotografía social o sería una experiencia terrible, y teníamos que poner alma y corazón. Más allá de nuestros intereses y preocupaciones, sabíamos que era el día más importante para una pareja que confió en nosotros y no podíamos improvisar ni equivocarnos.
Armados con nuestra cámara y la prestada, tuvimos una corta boda civil y, unos días después, el 27 de diciembre de 2014, una hermosa ceremonia cristiana cargada de mucho simbolismo y llena de emociones. Todo era nuevo para nosotros, pero afortunadamente nos habíamos preparado bien y los novios previamente nos ayudaron mucho contándonos cada detalle. No tuvimos ningún percance ni desafortunados momentos. Muchos de nuestros colegas coincidencialmente cuentan su primera boda como una historia de terror, pero nosotros como nuestro primer amor.
Cinco años después, seguimos recordando esa boda. Con nuestra experiencia podemos dar muchas conclusiones y hacer mil comparaciones, pero la seguimos queriendo. Técnicamente reconocemos muchos errores en las fotografías, pero las valoramos aún; somos fotógrafos totalmente diferentes a ese día; son muchas las diferencias a nuestro estilo actual pero no olvidamos el primer paso. Así como nosotros empezamos un día, aprendimos a no juzgar a quienes empiezan en la fotografía social y comprendemos que todos merecemos una oportunidad para crear y ser buenos.
La lista de recuerdos podría ser larga, pero no nos perdonaríamos terminar este recuento sin mencionar, recordar y agradecer a Érika y Yojan, los protagonistas de nuestra primera boda. Con ellos siempre estamos agradecidos y ocupan un lugar importante en nuestros corazones como familia y como fotógrafos. Más que el rol de nuestros clientes, han sido una pareja ejemplar que fundamentan su amor en Dios. Hoy gozan de su bendición y milagro del cielo, Juan Esteban, un hermoso que luchó por su vida junto al amor de sus papás y que se ha convertido en testimonio vivo del amor incondicional de Dios. Si ellos no nos hubieran confiado ese día, quizá hubiéramos conocido alguna otra pareja o quizá no estaríamos escribiendo esto como fotógrafos, pero estamos felices y orgullosos de que haya sido así y que hayan sido ellos.
Nuestro mayor aprendizaje ha sido que ser susceptibles al amor de Dios y comprender su voluntad no es tarea fácil. Muchas veces no comprendíamos el por qué sucedían las cosas ni por qué accidentalmente llegábamos a alguna parte. Nos frustramos varias ocasiones y nos negábamos a oportunidades, pero ahora comprendemos por qué los golpes y las puertas cerradas. Ahora comprendemos por qué Dios nos puso en esta hermosa profesión y por qué hemos conocido personas tan maravillosas. Aceptar los caminos de Dios ha sido como aceptar nuestra primera boda: da mucho miedo y ansiedad, pero un salto de fe nos puede transformar.
Gracias por leernos. Gisela y Jhon.